viernes, 10 de junio de 2011

Peñaladros

En un remoto rincón de la provincia de Burgos, en la comarca del Valle de Mena, casi en la raya con Álava y rodeada de brutal belleza, se encuentra la cascada de Peñaladros. Desconocida para muchos en favor de otros rincones acuáticos con más pedigrí como Gujuli, el salto del Nervión o la cercana cascada de Peña Angulo, sorprende gratamente cuando se visita por primera vez.





Con 30 metros de caída, según la cifra oficial y que a mi se me antoja excesiva, el agua que desciende de la Sierra de la Carbonilla y la Sierra Salvada ha formado un salto espectacular. Es un secreto bien guardado que no requiere de largas caminatas ni equipación de explorador . Basta con aparcar el coche a escasos metros del salto y disfrutar del espectáculo.



La poza, que tiene el color verde de los sueños, el rumor constante del agua y la tranquilidad del lugar nos aportaran la sensación de haber visitado algo que merece la pena.
Fotográficamente tiene relativa dificultad por su orografía, con fuertes contrastes de luces, por lo que recomiendo acudir bien pertrechado de material para solventarlos, así como de sólido trípode y botas de agua, pues se trabaja desde el lecho del río.


Coordenadas: 43.059223,-3.149042



lunes, 4 de abril de 2011

La furia del mar.

A la hora de glosar fotográficamente la fuerza del mar y su impresionante belleza difícilmente pueden superarse las imágenes de grandes olas rompientes sobre un faro. Todos tenemos en mente impactantes fotografías procedentes de las costas escocesas o inglesas en las que enormes columnas  de agua ocultan hermosos faros de vivos colores. Desgraciadamente en nuestras costas no disponemos de faros tan estéticos, pero al menos uno de ellos (que yo conozca) se les acerca bastante. 



No es otro que el faro de Santander, ubicado en la Isla de Mouro. Acercarse a la península de la Magdalena en días de fuerte temporal es un espectáculo natural único del que podemos regresar con una buena colección de tomas, dónde la calidad de las mismas dependerá más de la pericia del fotógrafo que del motivo, sobradamente generoso.


Este faro entró en funcionamiento por primera vez el 15 de febrero de 1860. Su diseño es similar a otros faros de roca de los que alumbran las costas inglesas, con una torre cónica blanca ubicada en el centro de la vivienda (de una sola planta) donde residían los fareros. Éstos lo hicieron hasta 1921, dándose la circunstancia de que en numerosas ocasiones permanecían varios días incomunicados por los temporales al residir en una isla.



 La altura focal del faro es de 38,7 metros sobre el nivel del mar siendo la torre de 18,39 metros de altura sobre el suelo.
Un fuerte temporal acaecido en 1865 hizo que uno de los fareros perdiera la vida tras ser arrastrado por una ola y caer al mar. En el transcurso de un temporal en 1896 a uno de los dos fareros que residían en la isla le sobrevino la muerte de forma repentina, y su compañero no tuvo más alternativa que convivir varios días con su cadáver hasta que remitió la tormenta. 


En febrero de 1996 otro temporal destrozó el sistema de iluminación y el faro permaneció varios días apagado ante la imposibilidad de acceder a él y reparar la avería.

Fuente: Wikipedia 

lunes, 14 de marzo de 2011

La vida por los suelos.


Haya abatida, Otxandio.

Para un fotógrafo uno de los tesoros estéticos de Euskadi son sus bosques, que son, además, verdaderas joyas naturales. Pero si siempre que nos internamos en ellos lo hacemos con intención meramente paisajística estaremos desperdiciando gran parte de su potencial fotográfico.  Los hayedos, robledales y bosques mixtos albergan gran parte de la diversidad animal y vegetal de nuestras tierras. Al hablar de bosques y su biodiversidad  muchos pensamos en grandes vertebrados, aves amenazadas o plantas raras. En muchos ocasiones es así, pero uno de los grandes valores de estos bosques se esconde en una parte generalmente desdeñada de los mismos: la madera muerta. Y está formada por un pequeño ejército de vertebrados e invertebrados vinculados directa o indirectamente a ese recurso. Dentro de ese inadvertido ejército se encuentran algunos de los escasos artrópodos protegidos en Europa, como los escarabajos Rosalia alpina y  Osmoderma eremita (ambos ausentes en mi archivo, desgraciadamente), por ejemplo, y no pocos vertebrados igualmente protegidos, así como infinidad de especies de hongos y líquenes. Toda esta biomasa es de vital importancia para el sano equilibrio del bosque.


Hongos sobre tronco caído en el Monte Santiago

Y a medida que la descomposición de la madera avanza su biomasa aumenta, así, se estima que a los cinco años un tronco muerto sobre el suelo del bosque alberga 400 gramos de insectos por cada 100 kilos de madera, cuando al año no supera los 30 gramos. Eso sin hablar de los vertebrados que con el paso del tiempo van colonizando sus oquedades, como anfibios, roedores, etc....


Larva de lucánido en madera de haya. P.N. de Gorbea.

Ajenas a esta importante función de la madera muerta, las prácticas forestales han visto de modo muy negativo la presencia en los bosques de árboles o troncos caídos. Tradicionalmente se han considerado focos de plagas o combustible para incendios, y se ha promovido activamente la "limpieza"  del bosque por medio de su retirada. Ello ha alterado no solamente el ciclo de materia del bosque, sino que ha privado de su recurso a un gran número de organismos, que inevitablemente se han hecho más y más raros y  excasos.

Carabus auronitens sobre hoja de haya. P.N. Gorbea.
Este carábido deambula la hojarasca depredando otros insectos
o lombrices y es a la vez depredado por aves y anfibios.

Así, y en cierto modo, bosques muy pretendidos por los fotógrafos como el hayedo de Otzarreta, tan limpio y ordenado como bello, son menos equilibrados biológicamente hablando que otros más desordenados y salvajes como Altube o El Monte Santiago(recientemente sometido a una de esas "limpiezas").





Lucánido sobre tronco de haya. P.N. Gorbea.

De igual forma si en nuestras salidas fotográficas aligeramos el peso de nuestra mochila "olvidando" en casa las ópticas menos adecuadas para paisaje, o bien plegamos el trípode cuando la niebla se disipa, la luz no acompaña o ya tenemos en la tarjeta el encuadre buscado, estaremos privando a nuestro archivo de riqueza y diversidad, y lo que es más importante, nos privaremos nosotros mismos de esa fuente de conocimiento, pues durante la realización de las tomas o en el proceso de archivado nos veremos obligados a obtener datos e información sobre lo fotografiado.

Alytes obstetricans sobre raíz de haya. Sarria.

Al menos pensemos en todo esto cuando elijamos un musgoso tronco caído como primer plano en nuestras composiciones.

Trametes versicolor en rama de haya. Arrigorriaga.

Todas las fotografías que acompañan esta entrada han sido obtenidas en salidas no pretendidamente faunísticas o micológicas, si no aprovechando tiempos muertos entre condiciones lumínicas o atmosféricas óptimas. El peso añadido de un objetivo macro, un buen 50mm y una pequeña provisión de reflectores ligeros puede depararnos muchas alegrías.

Typhaeus typhoeus sobre la hojarasca. Urkiola.



jueves, 10 de marzo de 2011

Fría espera.

Cuando ya parece despuntar la primavera el invierno lo cubre todo con un manto de silencio, alargando la fría espera.



Gorbea, jueves 3 de marzo de 2011


Los troncos muertos albergan infinidad de vida.





lunes, 28 de febrero de 2011

Bosques de cuento.

Es curioso el poder de ciertas imágenes. Este bosque de hayas trasmochas, perdido en un rincón del Parque Natural del Gorbea, hubiera pasado más o menos desapercibido, o conocido solo por unos pocos, de no ser porque una fotografía de Isabel Díez  lo rescató del sueño de los justos y nos mostró a todos sus grandes posibilidades estéticas.  Desde entonces se ha convertido un lugar de peregrinación para fotógrafos, que recorren en ocasiones cientos de kilómetros para desplazarse hasta su mágico entorno, y probablemente sea uno de los bosques más conocidos de todo el estado.


Fue la actividad humana la que conformó este bosque (y otros muchos de Euskadi), produciendo carbón vegetal para las ferrerías de la vega minera, trasmochando año tras año las ramas de cada árbol desde una altura que facilitara el trabajo, y que, abandonada ya esta actividad, les da esa forma tan característica de candelabro.




Con niebla o sin ella, con lluvia o secos, con hojas o sin ellas, en otoño o en primavera, estos bosques siempre ofrecen un aspecto de cuento, y por más veces que se visiten uno siempre encuentra una nueva composición, o un matiz de color, o una sensación que justifiquen extender el trípode y disfrutar fotografiando cada rincón.



Tener un buen surtido de imágenes de estos bosques en el portfolio es el sueño de cualquier fotógrafo paisajista.





domingo, 27 de febrero de 2011

Dos hermanas.

En los bosques de Zeanuri, dentro del Parque Natural de Gorbea,
viven escondidas dos bellísimas hermanas de cabellos plateados.
La mayor de ellas, de puro crecida, se mostraba ayer inasequible,
así que me entretuve escuchando los cánticos de la hermana pequeña.

La hermana mayor.
EOS 1DMkII + 17-40. ISO 100 Trípode, polarizador y 
degradado neutro de un paso(en todas).



La hermana pequeña.


Entorno.


Vista frontal.

viernes, 25 de febrero de 2011

Temporal

El último temporal ofreció memorables imágenes en el 
entorno de San Juan de Gaztelugatxe, a pesar del moderado
tamaño de las olas, que no superaron los cinco metros
Fotografías obtenidas con focales de 200 y 300 mm,
 ISO 100 y velocidades de 1/800 a 1/1000 para congelar
 el movimiento del agua.  Equipo Canon y objetivos L